Por Sheilla Cohen.
Los ensayos fotográficos de Beatriz Sokol (Ciudad de México, 1989) son en gran medida exploraciones autorreferenciales que parten de inquietudes personales de su vida y de temáticas que le interesan investigar de las convenciones sociales. La fotógrafa mexicana, descubrió en la cámara el medio que le permitió adentrase a cualquier temática sin limitaciones del objetivismo que busca el periodismo o la frustración ante la impunidad que existe en la política en nuestro país.
La lente es la extensión de su subjetividad, la mirada femenina de una observadora, que más que buscar capturar el instante preciso, quiere contar historias a través de una sucesión de imágenes que no pretenden ser una representación literal de la realidad, sino más bien, transmitir los sentimientos que guardan las historias de los personajes que captura. Por eso su cuerpo de trabajo se enfoca en la exploración de la imagen a través de la fotografía autorreferencial y documental.
Principalmente, le interesan las nuevas narrativas documentales que le permiten explorar temáticas sin pudor ni censura como la sexualidad, la menstruación y las imperfecciones de un estándar de belleza inalcanzable que impone nuestra sociedad. La mayoría de sus series fotográficas parten de investigaciones profundas que la llevan a escenificar lo oculto para poder así revelar los tabúes de una sociedad que se dice liberal pero en el fondo es extremadamente conservadora. Por eso sus imágenes pueden resultar a veces incómodas, porque su finalidad no es apelar a la mirada estética únicamente, sino lograr una representación más realista de las convenciones, costumbres y rituales de una cultura con una doble moral.
¿Qué te hizo que quisieras dedicarte profesionalmente a la fotografía?
Desde chiquita me gustaba tomar fotos pero realmente no sabía que podía dedicarme a esto, a la vez escribía mucho y un poco inspirada en mi abuela y en mi interés por las historias que me rodean decidí que quería ser periodista, pero más adelante me di cuenta que esto no era exactamente lo que buscaba. Como en ese momento estudiaba Comunicación, aún podía decidir irme por otro camino. Así que volteé a ver al cine y en principio fue un mundo que me cautivo mucho, ahí aprendí algunas cosas de fotografía pero terminé en el área de producción.
Cuando pasó lo de los 43 normalistas yo trabajaba en una película, recuerdo que mi deseo era estar en las calles protestando, estaba muy enojada e indignada, me escondí en la camioneta de cámara y escribí sobre ese enojo. Ahí fue cuando me di cuenta que tenía que dejar el cine pero no sabía que sí quería hacer; me interesaba la política y los derechos humanos así que me metí a estudiar un diplomado en análisis político en el CIDE y entré a trabajar como voluntaria en el área de comunicación de una ONG, la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH).
Estuve mucho tiempo en la ONG porque lo disfrutaba a pesar de que los temas que abordaba son muy fuertes: desplazamiento forzado interno, tortura, ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, feminicidio, etc. Sin embargo, al mismo tiempo había algo que no me terminaba de convencer, como una especie de muro gigante con el cual chocaba constantemente. Fue ahí cuando acepté y me atreví a decir que siempre había querido ser fotógrafa y todo hizo sentido, porque me di cuenta que desde la fotografía podía hablar de cualquier tema sin esas limitantes con las cuales chocaba, trabajaría con otras restricciones pero al menos no con la supuesta objetividad del mundo periodístico, las infinitas leyes y reglas de la política y el tiempo que te demanda la producción de cine. Y así empezó la exploración en la que me encuentro ahora.
¿Recuerdas cuál fue la primer fotografía que tomaste?
Tengo las fotos impresas de las primeras cámaras que usé, hay una donde peiné a una Barbie y la vestí con la intención de jugar a que era mi modelo y yo estaba en un photoshoot. No recuerdo la edad que tenía pero siempre me gustó tener cámaras y tomar las cosas que había alrededor de mi más allá de hacer las típicas fotos familiares.
Usualmente escoges a los personajes que quieres retratar o más bien un escoges un tema en particular que te interesa investigar más a profundidad. Descríbenos, ¿cómo es tu proceso creativo?
Va a sonar cliché, los temas me escogen a mí; pero para esto tengo que estar muy conectada conmigo y con el exterior, poner mucha atención a lo que pasa alrededor de mi y en lo que siento al respecto de esto. Los temas que exploro lo hago por una necesidad de entender mejor al mundo, pero también a mí misma, sobretodo entender mis miedos, enojos y tristezas. Por ejemplo; en “Sucia”, antes que nada sabía que quería hablar de sexualidad, que quería entender otras formas de vivirla y experimentarla para así trabajar una parte de mí muy sensible que hasta la fecha lo es.
Resulta que entonces busqué personas que tuvieran una idea de sexualidad mucho más abierta, al menos a la mía, los escuché y dialogué con ellos y me dejaron retratar su intimidad de diferentes maneras y las cosas que viví, sentí y pensé en esos momentos me llevaron justamente a darme cuenta que de lo que quería hablar era de las diferentes violencias que vivimos al construir nuestra sexualidad, que pienso que nunca la terminamos de construir. Y que el tema de las violencias que ejercemos a otros, a nosotros o permitimos que nos ejerzan, es circular, en el sentido de que no tiene un fin concreto.
A pesar de hacer fotografía documental, gran parte de tus proyectos o ensayos fotográficos son exploraciones íntimas de tu vida personal. Por ejemplo; en la serie “Sucia” abordas tu despertar sexual acompañando las imágenes con textos. Me pueden contar más acerca de este proyecto. Tengo entendido que estas haciendo un foto-libro de esta serie, ¿cuándo se publicará?
“Sucia” es un proyecto autorreferencial en el cual he estado trabajando desde el 2017 y parte de éste ha sido la idea de que tenga una salida como fotolito el cual lo he estado diseñando en el programa de Incubadora de Fotolibros de Hydra Fotografía, pero la pandemia llegó y la producción de esté se complicó, por el momento no tengo claro cuando podré sacarlo. Algo a la vez curioso es que esto me dio pié a repensar cosas del tema y del proyecto, y en ese sentido aún me falta trabajar en un cierre más poderoso y estoy en ese proceso. Siempre me ha costado trabajo la idea del género fotográfico, si hago un proyecto para un género en específico es porque realmente es necesario para el objetivo de éste pero sino no me gusta pensar en él ni definirlo porque lo considero una limitante para la creación y desarrollo.
Tu obra se caracteriza por cuestionar los prejuicios y tabúes que hay en nuestra sociedad en torno a temáticas como; el desnudo, la sexualidad, la menstruación y pero lo retratas de una forma estética que hace normalizar y embellecer estos aspectos que para algunos pueden resultar “incómodos” hasta cierto punto. ¿Qué mensaje buscas trasmitir a través de estos ensayos fotográficos?
Mi intención con ese tipo de imágenes que realicé para “Sucia”, es generar en el espectador este choque que señala la idea de que todo es color de rosa y bonito pero al mirar más afondo hay algo que hace ruido que termina convirtiendo la fotografía en una espacie de contradicción.
La decisión de hacerlo de esta manera es porque llegó un punto en el que quise hablar del tema desde mi experiencia para lo que empecé a escribir las memorias que tengo de como fui entendiendo y experimentando la sexualidad, muchas de ellas son recuerdos de cuando era muy chica y empezaba a entender que es estar desnuda o me decían que masturbarse era algo malo, o inclusive cuando me bajó o cuando tuve relaciones sexuales por primera vez; en la mayoría de estos recuerdos seguía siendo una niña y muy inocente.
La sexualidad es algo que se descubre desde el miedo, el tabú y el silencio, por lo mismo llega a ser incomodo, raro, como chicloso empezarla a vivirla, mis recuerdos justamente están llenos de juegos, colores pasteles, elementos lindos pero a la vez de sentimientos negativos, eso es lo que busco con esas fotografías, hablar de esos sentimientos que me producen o producían las memorias.
¿Cuál ha sido la experiencia más bizarra en la que te has encontrado al hacer alguno de estos ensayos fotográficos tan íntimos?
Cuando recién empezaba a retratar la intimidad de diferentes personas lo hacía con miedo y en mis fotografías se logra ver esto, entonces muchas veces me la pasaba en la esquina lo más alejada posible, también al principio con algunos decidí que me ignoraran pero esto lo hacía más incómodo y raro. Ya con el tiempo aprendí a acercarme más y a trabajar en estas barreras que yo me puse y no el qué me había dado permiso de retratar.
Recuerdo haber visto la serie de “Mikve” en la que documentas un ritual que se hace en la religión judía de meterse a una tina de agua para “depurarse” cuando empieza tu periodo, justo después de haber visto la serie Unorthodox en Netflix que se convirtió en un fenómeno cultural. Como judía, ¿qué papel juega tu religión en tu obra? ¿Has pensado continuar con este proyecto y adentrarte más en el universo de lo ortodoxos y mostrar las costumbres y tradiciones del judaísmo?
A pesar de que el tema del judaísmo ha estado mucho en mi mente creo que apenas me doy cuenta de lo importante que es hablar de él desde mi posición. Cuando estaba desarrollando “Canas”, que es este proyecto sobre la relación madre e hija, los cambios en el cuerpo de la mujer y las prácticas culturales aprendidas, desaprendidas y modificadas; quería hablar del judaísmo y de como de alguna manera lo he hecho a un lado principalmente por el papel y lo que representa la mujer dentro de él, así que englobar esto desde la Mikve tenía sentido ya que una de las interpretaciones de este baño es la purificación de la mujer para preparase y estar con su esposo de una manera sexual reproductiva después de la menstruación.
Yo no pertenezco ni nunca he pertenecido a una práctica Ortodoxa, pero el tema de la Mikve me ha tocado muy de cerca con todas mis amigas (no ortodoxas) de la infancia que antes de casarse realizan este ritual ya que en la comunidad judía mexicana es una tradición que ha cobrado más fuerza en los últimos años, en primera estancia es muy emotivo y lleno de significados pero muchas veces estos mismos significados chocan con mis creencias y sitúan a la mujer dentro de un rol muy específico del que no estoy de acuerdo, cosa que pasa mucho en el judaísmo.
Así que decidí por medio de lo simbólico y performático pedirle a mi madre que me preparara para la Mikve, tradicionalmente cada quien se prepara sola pero yo decidí que lo hiciera mi madre por la idea de que en el judaísmo quien te hereda la religión es la mujer y no el hombre, pero en este proceso platiqué con ella sobre su opinión del ritual y me di cuenta que era muy parecida a la mía, lo cual abrió un canal de reflexión importante para darme cuenta que lo que me hacía ruido de lo que mi mamá ha tratado de inculcarme durante mi vida no es el judaísmo específicamente, sino más bien ciertos deberes ser dentro de la idea de familia. Por lo que en “Canas” hablo más de prácticas y tradiciones que del judaísmo como tal, así que deje fuera el tema de la Mikve también entendiendo que es algo que quiero explorar más adelante pero desde otro lugar ya más separado de mi madre.
Durante la pandemia estuviste trabajando otro proyecto “Canas”, una serie que narra como las canas son un gen hereditario de tu madre que decidiste abrazar y aceptar. ¿Además de ser un proyecto íntimo que narra la estrecha relación que tienes con tu madre, de alguna manera, ¿se podría considerar un crítica a las convenciones sociales y estándares de belleza inalcanzables de la actualidad que pretende normalizar las imperfecciones de la mujer? “Canas” nace a partir de observar a mi madre y el sentimiento de tristeza que me genera la decisión de dejarse las canas a raíz del aislamiento.
En principio me genera nostalgia por el pasado y por al mismo tiempo darme cuenta que yo también ya tengo canas y a veces me las arranco. Mi relación con mi madre ahora es buena pero no siempre lo fue, que hoy lo sea tiene un porque y está ligado con el empezar a cuestionarme aquello que ella trató de enseñarme y yo rechacé. En ese sentido esto me lleva a tener conversaciones con mi mamá acerca de diferentes cosas como el judaísmo, la comunidad judía y los cambios en el cuerpo; hablar de cómo estos nos afectan.
En la idea de belleza que impone nuestra sociedad, la mujer mayor no entra dentro de ella. Las arrugas, las canas y más cambios en el cuerpo son considerados negativos, tanto que hay productos que se denominan anti-age y operaciones para evitar o revertir ciertas cuestiones. ¿En dónde pone la sociedad el valor de la mujer? Creemos que estamos en una época abierta en la cual la mujer trabaja más y se le valora por otras cosas que van más allá de lo físico y servicial, pero seguimos repitiendo y aceptando estos discursos, aún están muy arraigados en nosotros, por eso me arranco las canas y por eso mi madre se pone cremas anti-arrugas.
Hay un aspecto periodístico en tu obra, cuéntanos más acerca de la parte documental. ¿Qué temas te interesan retratar? ¿Consideras que los proyectos que haz hecho han sido desde una mirada imparcial o tienen evidente una postura política?
Para mi es importante posicionarme en los proyectos que hago, sobretodo porque la mayoría han sido autorreferenciales y lo que me interesa en parte es que mi experiencia genere ciertas preguntas e inquietudes. Pero a la vez no me interesa quedarme nada más en el área de lo autorreferencial, sino que a la vez me ha interesado explorar otros puntos de vista y otras formas de crecer y vivir.
Me parece fundamental entender otras realidades por un tema de responsabilidad social y en este caso intentar ser más imparcial, pero esta imparcialidad es imposible, siempre lo que volteamos a ver como personas y artistas tiene un porque consciente o inconsciente de nosotros. Y el acercarse a otras realidades también se busca para señalar algo en específico que reitero considero que necesita generar ciertas preguntas e inquietudes. Al mismo tiempo, estas otras realidades de alguna manera se conectan con la nuestra, no creo que nos sea totalmente ajena, sin embargo, el acercamiento tiene que ser muy respetuoso.
Vivimos en una sociedad saturada de imágenes e información en la cual documentar nuestra vida personal en las redes sociales se ha vuelto casi un mandato para existir. Ser o no ser visto esa es la cuestión. Muchos consideran que somos una generación narcisista, exhibicionista y voyerista. Como fotógrafa, ¿qué opinas de nuestra relación tóxica con las redes sociales? ¿Y qué es lo que te distingue de que hoy en día cualquiera tiene acceso a una cámara?
Creo que es un tema muy amplio y más complicado de lo que creemos y lo atraviesan muchos subtemas y no sé por donde tomarlo para responder esta pregunta, lo cierto es que a pesar de que soy fotógrafa no me centro en la fotografía únicamente. En principio me gusta pensar en términos de imagen más que en fotografía, realmente a mi me parece importante trabajar para la historia y en ese caso producir con la herramienta necesaria para contarla mejor, muchas veces uso la escritura, el video u otro tipo de intervenciones. Mi trabajo no se trata de una fotografía sino de una historia e idea, eso creo que es lo más importante.
¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
Estoy empezando a trabajar en un proyecto que no es autorreferencial que tiene que ver con el tema de género pero que no puedo adelantar mucho más en estos momentos. Lo que me emociona al respecto es justo lo que hablaba en la pregunta pasada, la idea de utilizar diferentes herramientas para contar una problemática.
Siempre estas detrás de la cámara, sin embargo, haz hecho un par de talleres de autorretrato con el estudio de producción visual OJO. ¿Cómo te sientes delante del lente?
Esta pregunta se relaciona mucho con la de las redes sociales; creo que tener el control de tu fotografiarte puede ser parte de la misma construcción de identidad de la que hablaba. El autorretrato lo han utilizado diferentes artistas de diferentes maneras y con propósitos variados, pero uno de ellos es esta construcción. En el tema del género por ejemplo, ha sido una herramienta muy fuerte para que cada quien hable de su cuerpo de la manera que quiera hablar. En ese sentido creo que las redes sociales de repente también se usan de esta forma y al final es tener el control de cómo quieres ser representado.
Está el ejemplo de Claude Cahun, que por medio de la fotografía y el autorretrato rechaza su feminidad para construirse como un personaje más masculino, ya que en los años cuarenta el ser mujer y lesbiana era un gran impedimento para desarrollarse en el mundo del arte. Entonces utilizaba esta práctica para que la sociedad la vea como ella quería ser vista y no como la sociedad le dictaba ser. Esta construcción es mucho más fácil con las herramientas de las redes sociales y en un momento donde el género se entiende tan diferente a la época de Cahun, me parece que es muy positivo.
También están artistas como Jaana-Kristiina Alakoski que me atrevería a decir que la red social es su plataforma como creadora, que usa diferentes herramientas tecnológicas dentro de su obra la cual se compone mucho de autorretratos para crear este personaje fantástico y experimental. O el caso de Omega Centauri que es un creador de filtros para la cara en Instagram que utiliza renders con la idea de realidad aumentada y experimenta con la liberación de los límites de nuestra fisicalidad y nuestra humanidad. En ese sentido, contestando el tema de las redes sociales en la otra pregunta; creo que sí hay cosas negativas, pero por otro lado hay mundos muy interesantes para explorar.
Yo me autorretrato para que quede en mis manos las formas en las que quiero hablar de mí, más específico de mi cuerpo y sexualidad, pero también porque en ocasiones al trabajar proyectos autorreferenciales es importante utilizar este acto performático para comunicar una idea específica. Asimismo, he utilizado esta práctica de una manera terapéutica en cuanto a que, al ser una persona que ha estado deprimida y ansiosa, muchas veces me ha ayudado a convertir esa energía en algo más constructivo y satisfactorio.
¿Qué podemos esperar de Beatriz Sokol próximamente?
Por un lado, quiero seguir explorando el judaísmo desde mi perspectiva y hacer un proyecto más enfocado a esto, así como “Sucia” es un proyecto que no está del todo cerrado; porque creo que el tema sigue vigente en lo personal y en lo universal. Y más proyectos que aborden temas sociales aunque no necesariamente sean desde mi propia experiencia.