Por Sheilla Cohen.

No es una novedad saber que vivimos inmersos en una cultura visual, en la cual, nos hemos acostumbrados a ver la vida pasar a través de una pantalla para capturar la imagen perfecta y así poder compartirla en nuestras redes sociales para obtener la mayor cantidad posible de likes que no solo hemos perdido nuestra capacidad para observar nuestro entorno sin ninguna mediación, simplemente apreciar las cosas como son, sin ningún filtro, sino también, nuestra capacidad para asimilar tal cantidad de información.

Las exposiciones de Carsten Höller son mundialmente reconocidas por crear laboratorios que nos invitan a explorar nuestros límites psicológicos y emocionales. Sus instalaciones inmersivas de gran escala prometen ser experiencias psicodélicas que inducen a los visitantes en un estado de conciencia alterno el cual nuestra noción y percepción de la realidad se distorsionan en un entorno lúdico y seguro.

Carsten Höller, vista de instalación Pill Clock (2015), en el Museo Tamayo.

Sin embargo, la reciente exposición “Sunday” del artista belga en el Museo Tamayo resulta más bien una especie experimento sociológico en el cual los espectadores parecemos ratas de laboratorio, sin ningún efecto de sustancias psicotrópicas más que el de nuestra adicción por sacar la mejor foto para subirla a Instagram.

Desafortunadamente, no es la primera ocasión que sucede este fenómeno social. Su última exposición taquillera Yayoi Kusama: Obsesión Infinita que igualmente contaba con una estrategia de marketing diseñada específicamente para atraer públicos de jóvenes narcisistas ávidos por ver su reflejo reproducido infinitamente en alguna de sus salas de espejos y subirla posteriormente a sus redes sociales, consiguió ser un rotundo éxito atrayendo a más de 85.000 mil visitantes por mes, es decir un promedio de 2.800 personas por día.

Muchos pensarían que el fenómeno de las exposiciones blockbuster instagrameables” eran una tendencia pasajera de nuestra cultura visual narcisista, pero ésta exposición demuestran lo contrario; que los museos buscan crear atmósferas, instalaciones y experiencias interactivas para que el público promuevan su marca subiendo una selfie con el hashtag del museo.

El problema con este tipo de exposiciones no solo radica en que la experiencia estética se haya visto mermada por la mediación de nuestros dispositivos móviles, sino también, en que las expectativas del público son cada vez mayores debido a la campaña mediática que funciona con medio año de anticipación.

Carsten Höller, vista de instalación Decision Tubes (2019), en el Museo Tamayo.

Ese el caso de la exposición de Carsten Höller en el Museo Tamayo, lamentablemente el número de visitantes no tiene correlación alguna con la calidad de la muestra. No queda claro si haya sido por una cuestión de falta de presupuesto o una pésima curaduría, quizás porque las obras seleccionadas hayan sido las únicas que estaban disponibles en ese momento.

De cualquier manera, el pésimo resultado no solo radica en el hecho de que la exposición ocupa la mitad del espacio del museo o que la selección y distribución de las obras haya sido de manera aleatoria sin generar un diálogo entre éstas, se vea reflejado tanto en el comunicado de prensa –el cual dista mucho de tener un discurso curatorial puesto que únicamente se limita a describir las obras expuestas– o que el título de la exposición tampoco tenga ninguna relación con las obras exhibidasmás que aludir al único día de la semana supuestamente dedicado al ocio.

Sino en el hecho de que parecería, más bien, que la propuesta del director y curador de la exposición, Juan Gaitan, es una deprimente invitación a visitar la exposición en un domingo, asumiendo que el publico mexicano es demasiado infantil como para dar una lectura más profunda a la obra de un artista que ha presentado sus obras en prestigiosas galerías y museos internacionales, más que la de un entretenimiento superfluo.

Carsten Höller, vista de instalación Light Wall (2000-2007), en el Museo Tamayo.

Y por supuesto, poder sacar una foto para subirla posteriormente a las redes sociales como una evidencia o más bien un recuerdo de su visita, en vez de pasar por la tienda del museo a comprar un souvenir al salir de la exposición –como antiguamente se solía hacer– como si ahora ser “artsy” es visto en nuestra cultura como algo cool.

Sunday: Carsten Höller

Museo Tamayo,

Ciudad de México

29.03.19–30.06.19