El arte no solo debería de hacernos ver aquello que pasa desapercibido a nuestra mirada en primera instancia, sino también, invitarnos a reflexionar sobre el entorno que nos rodea.
Por Sheilla Cohen.
A pesar de que mucho artistas aspiran a eso, pocos tienen la capacidad de transformar la realidad. Ese es el caso de Luis Carrera- Maul (Ciudad de México, 1972) un artista que nos hace encontrar la belleza en lo abandonado y desechado porque nos disgusta o consideramos que está pasado de moda, o simplemente porque han dejado de servir.
Esa manera de apropiarse de los desechos encontrados de manera espontánea y de recolectar objetos que carecen de función para transformarlos en obras de arte, es de alguna manera, una crítica a la cultura consumista cuyo concepto de usar y tirarrige a nuestra sociedad hoy en día.
Por medio de la intervención de espacios abandonados, que transforma en lugares para vivir una experiencia estética, hasta desechos que posteriormente comprime para convertirlos en objetos tridimensionales que son vendidos como obras de arte.
Su producción artística se caracteriza por ser un cuestionamiento al estado actual de las cosas, partiendo desde su experiencia personal, para reflexionar sobre el contexto histórico en el que vivimos.
La basura y los desechos juegan un papel muy importante dentro de tu obra. De alguna manera, se podría considerar una crítica al concepto de usar y tirar que rige a nuestra cultura consumista?
Tenemos como esta necesidad de acumular y preservar las cosas…. En mi caso, fueron cosas que guardé, pero que no necesariamente iba a mostrar porque son parte de tu proceso de formación, pero al destruir la obra y convertirla en otra cosa les das un nuevo significado. Esa reflexión empezó en la exposición que hice en Oaxaca como resultado de mi residencia en la Curtiduría.
Por ejemplo, una de mis piezas es un comprimido de todos los dibujos a carboncillo que hice cuando vivía en Barcelona, otra de mis estudios de pintura de cuando estudiaba en la Academia de San Carlos, etc. Hasta cierto punto, pienso que el desprenderme de mi obra es como el desprendimiento de lo material en un sentido budista.
¿Cualquier material u objeto tiene el potencial de convertirse en una obra de arte?
Sí, cualquier material puede ser susceptible a un proceso que lo convierta en una pieza o reflexión estética.
En ese caso, ¿cómo seleccionas los materiales con los que trabajas y cómo eliges que materiales u objetos desechar o guardar?
Más bien, voy recolectado materiales que me interesan para proyectos que tengo en mente para un futuro, aunque muchos de ellos nunca los acabo por utilizar. Sin embargo, ahora estoy en un proceso de no seguir acumulando cosas, sino más bien de enfocarlo hacia un proyecto en concreto. Eso es lo que he estado haciendo los últimos cinco años; trabajar en sitios específicos recolectando materiales del mismo espacio con los que realizó la obra.
¿Cuál ha sido tu evolución como artista? ¿Has cambiado de técnicas o materiales en el curso de los años?
Mi primer comprimido sucedió a finales de los años noventa de una manera muy inconsciente, se podría decir que fue casi experimentando. La mayoría de mi pintura siempre la hice en papel, entonces un día llevaba un buen tiempo haciendo una pintura que no me acababa de gustar, y en un impulso frenético, arranqué el papel del muro, de enojo lo metí dentro de uno de esos rollos de cartón haciéndolo bolita, y por el otro lado empezó a salir un objeto en forma cilíndrica que me encantó.
El resultado final fue una sorpresa total. Esta experimento espontáneo me hizo reflexionar sobre el sentido de la pintura, porque al final ésta siempre ha intentado representar el espacio en un plano bidimensional, como generar una ilusión al espectador, ese es uno de los principios básicos de la pintura.
Y precisamente lo que me encantó de esta obra es que estaba haciendo el proceso inverso, generar de un plano bidimensional un volumen. Desde entonces, empecé a hacer una serie de comprimidos a partir de calendarios, diccionarios, mapas, sección amarilla, etc. Lo interesante de esto es que al convertirse en objetos artísticos su contenido se vuelve inaccesible.
Posteriormente, se podría decir que tuve una pausa artística, pero cuando me fui a Oaxaca para hacer una residencia en la Curtiduría en el 2009, retomé proyectos como los comprimidos en formatos más grandes. Mi idea era generar pintura objetual y esas fueron las primeras piezas que presenté en Zona Maco en el 2011. Ahí fue cuando empecé a unir estos dos mundos aparentemente disasociados que son la agricultura y el arte.
A qué hace referencia el título de tu última instalación El Estado de las Cosas que presentaste en Zona Maco y cuál fue tu inspiración para realizar ésta pieza?
Esta obra parte de mi trabajo in situ pero con ingrediente que nunca había trabajado antes que es la historia familiar; mi historia como proceso de formación como individuo. Por eso decidí ir a la fábrica de agroindustria que perteneció a mis abuelos donde también trabajaron mis padres y hermanos ubicada en Zacatecas.
Por alguna razón, tuvo que cerrar la fábrica, cuya marca se llamaba Del Saucito como Del Monte o Herdéz, y producíamos conservas enlatadas a partir de los productos que se daban en el campo.
Paralelamente también teníamos viñedos y comercializábamos un vino llamado Carrera, que era un vino regional bastante conocido en aquel entonces, puesto que no había muchos vinos nacionales. Te estoy hablando de los años noventa, con la devaluación del peso mexicano y la entrada del Tratado de Libre Comercio, gran parte de la agroindustria que había en el país se vio muy afectada.
En particular los vinos, porque empezaron a entrar los vinos provenientes de Francia y España que se vendían a mitad del precio del valor de los vinos nacionales. Por lo que al final, dejó ser sustentable mantener los viñedos, los árboles frutales y gran parte de la producción que se hacía en aquella época, y al mismo tiempo, se agotaron la fuente de trabajo para mucha gente de la región; porque en un punto la empresa llegó a tener más de tres mil empleados y finalmente tuvimos que cerrarla.
Entonces, toda esta infraestructura se quedó detenida en el tiempo; abandonada. En un principio esperando que vinieran mejores tiempos, pero las condiciones de medioambientales y de trabajo no permitieron que se volviera a abrir. El Estado de las Cosas es precisamente una reflexión sobre el entorno ecológico y las condiciones en las que se encuentra la agroindustria en México.
En particular el estado de Zacatecas, puesto que sufre de sequía desde los años noventa, en parte agravada porque una planta de Corona de la cervecería Modelo se instaló en la ciudad con la promesa de que se iba a reactivar el campo porque se iban a necesitan una sería de insumos como cebada, trigo, etc.
Sin embargo, en vez de eso, lo que sucedió fue todo lo contrario, la planta se chupó prácticamente todo el agua que había en los mantos subterráneos y los pozos que había ya no alcanzaban a subir agua, entonces empezó un proceso de desertificación en toda la región. Y al no haber alternativas, ni fuentes de trabajo sucedió un fenómeno migratorio en la región, por eso la mitad de la población de Zacatecas actualmente vive en Estados Unidos.
La segunda parte de esto, es que se empieza a generar violencia y delincuencia a raíz de la falta de empleo. En particular, en Fresnillo, Zacatecas, de donde proviene mi familia, se ha convertido en uno de los focos de mayor inseguridad de todo el país. Eso es lo que sucede cuando se abandona el campo, no hay trabajo, hay un proceso de desertificación, la gente empieza a buscar otras alternativas y por eso sucede el fenómeno migratorio. La pieza reflexiona sobre todo eso, desde la historia familiar, pero en realidad tiene implicaciones mucho más profundas.
¿Se podría decir que ésta ha sido tu obra muy personal, pero al mismo tiempo, también la más política, es una denuncia al cambio climático?
Sí, hasta cierto punto, aunque no lo calificaría como una denuncia, pero si ha sido mi obra más política hasta la fecha. A pesar de que el Estado de las Cosas es una pieza reflexiona sobre mi historia familiar, en realidad es una crítica sobre la situación política del país, pero al mismo tiempo sobre la actualidad.
Después de haber pasado un proceso de modernidad, producción y consumismo desmedido y totalmente inconsciente que nos ha conducido al borde de una crisis ecológica y medioambiental, en la cual no se ve ninguna alternativa, ni tampoco un futuro muy prometedor, mucho menos con una potencia que no quiere aceptar que es uno de los principales generadores del cambio climático.
Entonces, la pregunta que planteo con esta pieza en un contexto como feria de arte es; ¿hacía dónde vamos? La solución que propongo es buscar otras alternativas como regresar a nuestro origen: la naturaleza. En mi caso particular fue a partir del concepto del detrito; que en la biología explica que la naturaleza no tiene desperdicio, sino que todos estos desechos son reutilizados por otro organismo para generar otro proceso productivo. De tal manera, la solución que encontré fue que al reutilizar esos desechos re-significaba su valor simbólico, recolectando los desechos de los procesos agroindustriales de mi familia para generar un proceso artístico.
El Estado de las Cosas parece una bodegón tridimensional que invita al espectador a reflexionar sobre el deterioro, la degradación de la naturaleza y lo efímero de la materia. ¿Es ese el mensaje que buscabas transmitir o eres de los artistas que considera que el arte debería de estar abierto a la interpretación del espectador?
En efecto, es un paisaje. Hay muchas referencias a la historia del arte, en este caso es una reflexión sobre el género de la naturaleza muerta, particularmente se podría decir que es como un Vanitas que habla sobre la muerte de los objetos. Aparte de la paleta de colores ocres es totalmente barroca aludiendo a esa época como el momento en el que surge el mercado del arte.
Así que formalmente se podría decir que sigue esta línea de exploración de buscar otras maneras de pensar y hacer la pintura en un entorno de arte contemporáneo. Después, efectivamente hay una reflexión autobiográfica sobre un proceso que vivió mi familia. Sin embargo, es como una metonimia, en el sentido que refleja lo que sucedió en muchas regiones a muchas familias que trabajaban en la agroindustria en aquella época. Por que al final de cuentas la agroindustria que había en Zacatecas se vio muy afectada comparación de lo que había antes del Tratado de Libre Comercio.
Desde tu punto de vista, ¿cuál es la finalidad del arte?
Creo que el arte tiene el poder de transformar la realidad, pero eso sería el sentido último, primero hay que fomentar la conciencia y la reflexión. En ese sentido, creo que el arte es formativo para cualquier persona, y no en un sentido intelectual necesariamente, porque justo el arte trabaja en otras dimensiones que no son cien porciento racionales, sino también, emocionales y espirituales.
Solo así se puede transformar la realidad, porque si seguimos aportándole solo a la razón, ya vimos que no va por ahí… Y por otra parte, lo que también me interesa investigar es como una obra de arte puede darle la vuelta a esa realidad en la cual todo lo que mueve es el dinero.
Está difícil eso, ¿no crees?
No está difícil, lo que es complicado es determinar cuáles son las modalidades. Y lo que yo particularmente me he dado cuenta en mi práctica artística, es que más que un intercambio monetario, he podido mantener mi producción con otro tipo de intercambios.
¿Cómo cuales?
Por ejemplo, el estudio donde trabajo no pago renta porque yo aporto coordinación al espacio. Por otro lado, con ciertos coleccionistas a lo mejor ellos tienen algún tipo de servicio o venden algún producto que necesito, entonces les doy mi obra en intercambio por eso. En realidad, mucho de la comercialización de mi obra va en ese sentido.
¿En realidad tampoco gastas mucho en la producción de tu obra puesto que la mayoría son materiales que nadie usa, objetos encontrados, desechos, etc?
Eso también, por eso trabajo mucho en colaboración con algunas empresas. Por ejemplo, un proyecto que hice en la Colonia Juárez, lo hice con un despecha de arquitectos que estaba demoliendo una casa para construir un edificio, entonces el intercambio que se hizo fue que ellos pusieron la mano de obra de todos los que estaban implicados en la construcción y lo que hice fue utilizar ese recurso para realizar obras de arte específicas en este sitio durante la demolición de la casa.
El despacho de arquitectos se quedo con una parte de la obra y yo extraje lo que pude porque muchas cosas se perdieron el demolición, aunque las que pude conservar las vendí y lo pude convertir en dinero. Entonces, no es tan difícil, pero el verdadero reto está en hacer entender a la gente que hay esas posibilidades e invitarlas a ser parte de ese circuito fuere la del intercambio monetario.
Todo obra de arte cuenta una historia, ¿cuál es tu favorita?
La historia que más me gusta es la del proyecto anterior a mi última instalación, porque todavía no se ha acabado, sigue viajando por el mundo hasta que regrese las piedras a su lugar de origen.
El proyecto de Metonimias inició porque me invitaron a presentar algo en el patio interior del Museo de San Carlos, entonces fui personalmente y fue a partir del espacio arquitectónico, el contexto, la historia del lugar que construyó a principios del siglo XXI, por el arquitecto español Manuel Tolsá, y obviamente el hecho de que el museo contiene una de las colecciones de arte europeo más importantes que tenemos en el país, que abarca desde el Románico hasta el Romanticismo.
Lo que yo hice, fue precisamente hacer ese vínculo con el Romanticismo alemán, particularmente con Goethe y su teoría de los colores, publicada en 1805, alrededor de la misma época que se construyó el museo. De ahí vino la idea de hacer un círculo cromático en proceso con una técnica que ya había estado desarrollando antes que eran unos goteros de tinta china sobre papel de arroz que envolvían a las piedras.
Esta idea viene de una meditación budista en la que los monjes iban a hacer precisamente este mismo proceso de recolectar las piedras para envolverlas con papel de arroz y ponerle tinta mientras ellos meditaban.
Finalmente desenvolvían la piedra con la tinta ya impresa sobre la hoja de papel de arroz, dejaban la piedra en su lugar y volvían con esta imagen impresa que les recordaba su experiencia de meditación en ese lugar. Después de haber hecho esto varias veces, me vino la idea de vincular esta meditación budista con el círculo cromático de Goethe, y por eso utilicé doce piedras.
Cuando le comenté uno de mis asistentes de taller que estaba buscando piedras para el proyecto, él me dijo que en la comunidad a la que pertenece podía encontrarlas. Para eso fui a la comunidad de Cosautlán de Carvajal, que está a cinco horas de Veracruz más tres horas bajando a pie hasta el río, y les expliqué a los miembros de esa comunidad que quería extraer doce piedras prestadas para realizar una exposición en la Ciudad de México, pero que se las iba a devolver.
Lo que me encanta de toda la construcción de esta historia es que además tiene referencia a una película de Werner Herzog que se llama Fitzcarraldo, que habla precisamente del absurdo de ir e intentar hacer algo aparentemente sin sentido, porque perfectamente podría haber sacado las piedras de aquí mismo, de la ciudad, pero eso también le dio un sentido muy distinto a la obra; porque además me permitió conectar otra vez con el origen, la tierra, pero principalmente con la gente de la comunidad que constantemente me están preguntando cuándo voy a regresarles las piedras. Con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, las piedras van a viajar a Alemania, y cuando regresen al río será la segunda parte de la obra.
En primer lugar, porque haremos un fiestón puesto que los miembros de la comunidad ya me pidieron que si en vez de tirarlas al río, se las podía donar porque no tienen un monumento. Cuando me dijeron esto, me di cuenta que ellos mismos ya le habían dado un sentido simbólico a las piedras, algo que hasta ese momento no se habían percatado.
De hecho, el ver sus piedras expuestas en el museo –porque viajaron exclusivamente a la Ciudad de México para verlas– les dio un sentido de pertenencia que hasta ese entonces no la habían concientizado. Por ese motivo, ese proceso artístico, sin duda ha sido de todos mis procesos el más bello.
¿Consideras que la belleza se en los ojos de quién lo mira?
Está difícil esa pregunta… pero te diría que sí creo que es una cuestión de percepción, porque muchos de los materiales con los que trabajo en principio no son bellos, al contrario, son objetos porque la mayoría de la gente repudia o no le encuentra ningún uso.
Todavía recuerdo cuando le conté a mi esposa sobre los materiales con los que estaba trabajando para mi última instalación: “ a ti te gustan las cosas feas, muertas.” me dijo ella. Al contrario, yo creo que a partir de lo feo y decadente me conecto con un sentido de belleza que en el proceso consigo materializar.
Entonces, ¿se podría decir que tu proceso artístico consiste en transformar lo feo en bello?
Sí, aunque desde un principio para mi ya eran bellas, pero los otros no lo veían. Tal vez tengas razón en eso, hasta cierto punto hice que los otros lo vieran, entonces sí creo que la belleza se encuentra en los ojos de quien lo mira; ya sea como productor de arte o como espectador, el que está mirando o interpretando, es aquel que lo percibe como algo bello.
En ese sentido, si los objetos que extraje de la fábrica de Zacatecas para realizar la instalación El Estado de las Cosas, tal vez mi familia nunca lo hubiera visto como algo bello.
¿Si no fueras artista qué serías?
Yo creo que hubiera sido arqueólogo, porque me interesa mucho la historia y porque creo que mi trabajo tienen mucho que ver con la arqueología no solo porque me gusta mucho desenterrar cosas, sino también, porque me encanta darle lectura a los objetos que encuentro. Pero en un sentido pragmático, si no hubiera cerrado la empresa familiar a lo mejor habría sido agricultor o agrónomo.
Por último, ¿si tuvieras que elegir entre uno de los cinco sentidos con cuál te quedarías?
Quería encontrar otra, pero sin duda la vista porque ya nada más viendo uno puede ser feliz.