By Sheilla Cohen.
En este mundo en el cual la producción y el consumo de imágenes se han democratizado, resulta aún más difícil mostrar una forma de ver las cosas distintas, sin caer en la tentación de retocar o manipular la imagen con tal de que el resultado sea lo más atractivo para nuestra mirada. Estamos tan acostumbrados a ver la vida a través de una pantalla para capturar la imagen perfecta que hemos perdido nuestra capacidad para observar nuestro entorno sin ninguna mediación, simplemente apreciar las cosas como son, sin ningún filtro.
Sin embargo, todavía existen fotógrafos que van en contra de la revolución digital, y prefieren trabajar con una cámara análoga, revelando en un cuarto oscuro, preservando negativos. Este grupo de fotógrafos puristas, devotos de la nitidez y la textura, busca rescatar el objetivo primigenio de la fotografía: retratar la realidad sin modificarla, donde para ellos reside la verdadera belleza, en el estado natural de las cosas.
Tal es el caso de la fotógrafa Catherine Abitbol (Bogotá, 1976), cuya mirada nostálgica apela a otra época y pretende rescatar espacios, lugares y objetos que pertenecieron a otro tiempo, ruinas del pasado que todavía existen en el presente, con la finalidad de preservarlos en nuestra memoria, evocando el recuerdo en la persona que observa su obra.
¿Recuerdas cuál fue la primera foto que tomaste y la imagen que más te marcó?
No recuerdo la primera foto que tomé, ya que siempre tomaba fotografías, pero sí la primera que imprimí en el cuarto obscuro. Fue una de mis papás, a los diecisiete años, pero la imagen que más me ha marcado fue cuando documenté el mercado en Marrakech, porque ese momento fue cuando mi carrera como fotógrafa empezó a tomar forma. En aquel entonces, estaba tomando mis primeras clases con el maestro Saúl Serrano en el Museo de Arte Contemporáneo, que estaba en la calle de Campos Elíseos, y fue la primera vez que expuse mi trabajo y que otros ojos lo vieron.
Si pudieras definir con frases a los fotógrafos que más te han influenciado, ¿cuáles usarías?
- Diane Arbus: What it is to become whoever we may be.
- Graciela Iturbide: una poeta de sus andanzas.
- Manuel Álvarez Bravo: “Hipersensible, de mentalidad incisiva y profunda, abierta a toda experiencia y propicia a toda inquietud”. (Diego Rivera).
- Robert Frank: “He sucked a sad poem right out of America onto film, taking rank among the tragic poets of the world”. (Jack Kerouac).
- Robert Mapplethorpe: “You may not know us yet, but we are going to be great stars”. (Patty Smith).
¿En dónde encuentras la inspiración?
Gran parte de lo que hago es street photography, capturo lo que veo, documento mi vida a través de lo que siento y miro en ese preciso momento; aunque lo que más me gusta fotografiar son retratos, porque capturas el alma de las personas.
¿Cómo haces para capturar la expresión de alguna persona de manera natural?
Nunca les pido permiso a las personas antes de retratarlas porque cambia su expresión. Las tomo espontáneamente, sin que se den cuenta, pero sí me gusta que me miren a los ojos.
¿Cuándo decidiste convertirte en fotógrafa?
Decidí volverme fotógrafa mucho antes de agarrar una cámara. Todo lo veía en “film frames” y lo quería capturar, detener ese instante en una imagen. Me imagino que los cineastas ven la vida de la misma manera.
¿Y qué pasa con todo lo que está fuera del encuadre?
Se sale del marco, por eso empecé a pintar los extremos de las fotografías como queriendo extender los límites de la imagen. A distancia resulta imperceptible para la mirada, pero nunca intervengo las fotografías, porque quiero respetar la imagen, únicamente las continúo.
¿Siempre has intervenido tus fotografías con pintura?
No, de hecho, lo dejé de hacer por un tiempo, hace poco lo retomé. De cierta manera, quería darle otro significado a la fotografía de lo que era, una forma de generar un contraste entre lo mecánico y lo manual y lo conseguí por medio de la pintura. Y creo que se ha vuelto mi trademark, por lo que me reconocen.
¿Qué mensaje buscas trasmitir a través de tus fotografías?
Cada persona ve las cosas de diferente manera, básicamente transmito lo que veo, trato de documentar lo que me provoca alguna reacción. Particularmente, me atraen los objetos cotidianos que pasan desapercibidos, porque cada objeto tiene una historia detrás, y al descontextualizarlos, les doy otro sentido.
Busco evocar el recuerdo en las personas que observan mis fotografías. Estas son la documentación de que algo estuvo ahí y te seguirán mirando aun cuando uno se voltee.
¿Cómo describirías tu proceso creativo? ¿Y qué medios utilizas para revelar e imprimir tus fotografías?
Mi forma de trabajar es análoga, impresión directa en el cuarto obscuro, utilizo plata sobre gelatina o si es formato grande digitalizo el negativo y lo imprimo después. Normalmente, hago piezas únicas, sobre todo las que están intervenidas con pintura, pero en algunas ocasiones hago series de tres.
La fotografía se ha tenido que adaptar y evolucionar con la revolución digital como todas las disciplinas. Sin embargo, optaste por regresar al origen del medio, realizando tus fotografías con un método análogo. ¿Cómo has hecho para sobrevivir en un medio que parece estar en vías de extinción?
Cada vez es más difícil encontrar el papel para imprimir las fotos y encontrar un laboratorio que te revele los negativos, pero para mí, esto es un arte. La textura y nitidez que se consigue con la fotografía análoga es distinta a la que consigues con las cámaras digitales, simplemente el hecho de palpar los negativos (al igual que tocar el libro al leerlo) es una maravilla.
En este mundo la mayoría retoca sus fotos en las múltiples aplicaciones que existen, pero en las tuyas no hay distorsión, montaje ni planificación, son imágenes en su estado natural. ¿Por qué ir en contra de la corriente?
Sin duda voy en contra de la corriente, siempre he sido así. Quiero permanecer en lo real en lo no tocado por la tecnología de la imaginación ficticia y el photoshop porque considero que las cosas más extraordinarias son las más sencillas. Nada de mi trabajo es planeado, montado, ni modificado, no me llama la atención nada que no sea auténtico. La imagen simplemente es lo que es; busco reflejar y documentar la realidad.
¿Cómo saber cuándo es el “instante decisivo” para capturar una imagen?
El instante decisivo se siente dentro de uno, no se puede explicar, es como respirar y al parar sabes cuándo hacerlo.
Tu estudio se encuentra ubicado en la planta superior de la Galería Licenciado. ¿Desde cuándo te representa esta galería?
Por varios años trabajé en mis proyectos y en 2015, Gonzalo Méndez con la Galería Licenciado me propuso que trabajáramos juntos. Gracias a este apoyo de la galería tuve otro enfoque hacia las exposiciones individuales, participé en varias ediciones de Maco, en Salón ACME y colocamos mi obra con el coleccionista de arte Lio Malca, en Casa Malca, en Tulum.
¿Cómo exponías tu obra en el periodo en que no te representaba ninguna galería?
Para mí es muy importante donde está la obra, como se mueven, si respiran, como interactúan en el espacio, respaldando la idea de Jonald Judd en Chinati Foundation. Siempre he hecho grandes producciones en las que intervengo los espacios donde enseño mi obra. Durante ese tiempo, hice un total de siete exposiciones individuales. Una de ellas fue en una cerrajería vieja que se convirtió en el Hotel Brick. En cada espacio monté cuadros de formato grande y cajas de luz.
En otra ocasión expuse en la casa del extraordinario anticuario Daniel Liebson en la Colonia Roma. En la planta superior presente una serie de Moteles Stardust que fotografíe en la costa de Fort Lauderdale hasta South Beach que pronto iban a derrumbar, quise capturar la esencia real de lo que era Florida antes del boom inmobiliario.
La última exposición que hice fue Fondo de Cristal que presenté en la Galería Licenciado, quise evocar la época de oro de Acapulco pinté los muros de la galería en blanco y rosa como el hotel Las Brisas, creé una mesa de ping pong inspirada en aquel entonces donde coloqué fotografías y postales de la época que encontré en el centro de Acapulco.
Recientemente, expusiste en Salón ACME #7 una serie fotográfica de baños y lavabos en tonalidades neón y una instalación titulada Una historia de amor. ¿Qué te inspiró a crear esta serie tan íntima y cómo hiciste para convertir un objeto tan cotidiano en algo estético y bello?
La serie de Baños que presenté en la última edición de Salón ACME empecé a realizarla en 2008, y aún no está completa, seguiré trabajando en ella, aunque no la vuelva a exhibir. Quise documentar un espacio íntimo como es el baño, representar la arquitectura de una época, agregándole un poco de gracia y placer a algo tan sencillo como las tasas de los baños, el papel de baño, un cepillo de dientes, un jabón tamaño extra grande, etc.
La instalación que presenté junto con esta serie fotográfica se llama Una historia de amor porque quería recrear la escena de un amor que marcó mi vida profundamente, por eso tiene las pantuflas de ese ser muy querido en mi vida y los cepillos de dientes que usábamos. Y para contrastar con la serie de las fotografías, pinté la taza del baño en rosa neón, creada a partir de un material llamado ‘plastilina epoxica’ para convertirla en una taza contemporánea que contrasta con la arquitectura de las imágenes de los años 50.
¿Qué ha sido lo más raro que te ha pasado al fotografiar a personas desconocidas?
Mi penúltima exposición Fly Me to The Moon la hice entorno a la idea libertad. Me fui a una playa nudista en Florida, a Coney Island y a Burning Man. La idea de ir a una playa nudista surgió como un ejercicio personal ya que consideré que sería un gran reto tomar retratos en una playa nudista.
El primer día fui con la cámara y tenía puesto el traje de baño, decidí quitármelo para estar en el mismo plano que los que se estaban asoleando. Tardé tres días hasta que empecé a fotografiar, me acercaba platicaba un rato largo, y les pedía permiso de fotografiarlos.
En total de treinta personas que me les acerqué, solo una me dijo que no. El último día conocí una pareja Verónica y Horacio, les tomé fotos y me pidieron mi teléfono. Después de unas horas me llamaron a preguntar si quería tomar algo y les dije que no gracias.
Luego volvieron a llamar insistiendo en tomar algo, y otra vez les dije que no estaba interesada. Del otro lado del teléfono escuché que lo que realmente querían es que les tomara fotografías haciendo el amor, y les dije que sí.
Decidí aceptar la propuesta porque no era algo planeado ni mucho menos pagado, era algo completamente espontáneo. Llegue al departamento y al principio si estaba asustada, no sabía que iba a pasar… fue una experiencia interesante que al final salió bien.