Por Sheilla Cohen.
La visión del artista hermético esperando en su estudio, ajeno al mundo entero, que la inspiración divina llegue, no es más que un mito. En la actualidad, los proyectos más interesantes surgen de las colaboraciones entre artistas, diseñadores, fotógrafos, marcas de ropa y joyería.
La fusión entre múltiples disciplinas no solo ha dado cabida a creaciones híbridas que no son obras de arte consumibles en términos comerciales, sino más bien, esculturas de alambre, que pueden ser prendas de vestir, poesías visuales, performances lumínicos, instalaciones interactivas, etc.
Una nueva generación de artistas entiende la colaboración como una forma de crear arte de manera horizontal, sin estructuras jerárquicas, y lo que proponen precisamente es que el público se relacione directamente con las obras –apropiándose del espacio, interactuando con una instalación o vistiendo una pieza intervenida por algún artista– cualquier cosa con tal de que el espectador deje de ver el arte con distancia, sino como una oportunidad para vivir una experiencia única al relacionarse con el arte de una manera más cercana.
Ese el caso de David Miguel Herrera y Pablo Cobo, los rostros que se esconden detrás de Máscaras de Alambre, un proyecto interdisciplinario que mezcla arte, moda, música y joyería, que ahora representa Free Machine.
Un accidente creativo que surgió una noche en una reunión con amigos, donde ambos empezaron a jugar con el alambre de una botella de vino, moldeándolo hasta crear una forma. Cuando se percataron de lo que habían creado, era una máscara y el resto es historia. Con el tiempo, el pequeño objeto se ha transformado en un monstruo que parece no tener límites. Entreviste a este dúo creativo para que nos contará un poco más acerca de este proyecto híbrido.
¿Cómo surgió el concepto de Máscaras de Alambre?
David: Expusimos por primera vez en Noches de Autor, un evento en el que podías ver pintura, collage, video, escultura, instalación, moda, poesía, música, danza y fotografía, que organiza Meteora Fontana. Desde esa ocasión, la respuesta de la gente fue inmediata.
No expusimos las máscaras nada más colgadas, sino jugando con la dimensión de los espejos, con el reflejo que genera en el espacio. Era un pasillo larguísimo con espejos encontrados que daban la impresión de ser un camino infinito. Colocamos 30 máscaras que más bien parecían 1,000. Ese día, vendimos las primeras máscaras y de ahí empezamos con este proyecto.
¿Cuándo decidieron unirse para hacer este proyecto?
David: Un día, en la cena de despedida de mi primo que se iba a Australia, empecé a jugar con el alambrito que traen los corchos de algunas botellas. Deshice uno y entre la plática empezamos a jugar y luego le encontramos un ojo y así fue como salió una carita. La guardé, porque me encantó, le di mucho valor a un objeto tan sencillo y pensé: “Se lo tengo que enseñar a Pablo”. Le fascinó también y me dijo: “Hay que colgar esta carita aquí, en la entrada”, y de ahí empezó a desarrollarse la idea.
Al principio, usábamos ganchos de ropa y nos pusimos a hacer una cantidad infinita de caritas, un alambre súper duro. En ese tiempo, hacíamos cenas cada jueves en la casa, entonces en una pared pusimos un buen de mascaritas; la gente llegaba y cada una se identificaba con una distinta. Veíamos cuál agarraba cada persona, se la poníamos en la cara y les tomábamos una foto.
Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que las máscaras tenían resonancia en las personas y esa respuesta fue lo que nos hizo tomárnoslo más en serio y emprender este proyecto juntos.
¿Qué hace cada uno? ¿En qué se diferencian y cómo se complementan?
Pablo: Desde el principio hemos generamos un lenguaje propio.
David: En el momento de crear o de hacer las exposiciones, realmente es un proceso más orgánico, ninguno tiene un rol en específico. Sí planificamos, aunque algunas ve- ces dejamos que las cosas se den como vayan saliendo. Yo, por ejemplo, sigo pintando, tomo clases de danza, tengo ideas en la mente por hacer, como performances.
Pablo: La autoría ya la tiene Máscaras de Alambre. En mi cabeza, me gusta personificarlo como una tercera entidad y me gusta escucharlo a él, en la medida que nos entendemos como canales, incluso a la propia obra. Nunca sabes bien de dónde viene lo que quieres, tienes una idea del contexto, tu historia personal y tus intereses, pero siempre hay un momento del proceso creativo que entras en un trance.
El otro día le dije a David: “Voy a hacer una piedra de alambre, pensando en las piedras que hace Samuel.” La piedra se formó, sin embargo, nunca supe de donde vino, ni su forma ni su rigidez. Me pareció fascinante como de un material tan flexible como el alambre se convertía en una forma tan rígida como una piedra, era una piedra vacía, pero una piedra al fin.
¿Cómo definirían lo que hacen, son accesorios, esculturas, instalaciones?
Pablo: Hemos estado muy conscientes de que la experimentación nos ha dado pie a que se acerquen cada vez más personas interesadas en nuestras obras. Por ejemplo, con lo ganchos, se nos acercaron varios fotógrafos para hacer sesiones editoriales con modelos. Y entonces dijimos: ¿por qué no hacemos accesorios? Así, empezamos a hacer algo de joyería y luego ya teníamos un par de piezas grandes, otras medianas, algunas caras.
Un día nos escribieron a nuestro correo para ir al festival de Eudaimonia, también le hicimos un vestido a Meteora Fontana, una gran amiga nuestra y la creadora de las Noches de Autor, para el performance “Amor, Amore”, en un evento de la Cámara de Comercio Italiana en el Camino Real, en Polanco, el año pasado.
¿Qué representa para ustedes trabajar con un material sumamente maleable y flexible como el alambre y por qué escogieron ese medio para crear sus obras?
David: Es increíble el potencial que tiene un simple alambre. Al principio no teníamos ni siquiera para comprar materiales para hacer una obra, por eso agarramos los ganchos de ropa, un objeto accesible, y desde entonces no hemos parado, ya son dos años. Se ha ido transformando en un monstruo.
Pablo: El material habla por sí mismo, por eso nos encanta ver cuando llevamos alguna de nuestras instalaciones más grandes, que la gente sea capaz de reconocer y tener una relación más directa con el material. El año pasado, en Bahidorá, montando una cabeza enorme que la gente podía intervenir, se acercaban los albañiles y jardineros porque les asombraba ver cómo un material que generalmente nos encontramos en una banqueta, amarrado aun poste, algo que es parte de nuestro ambiente urbano, se había transformado en eso.
David: Y por eso nos han invitado a cantidad de lugares, siempre nos dicen que es algo nunca han visto en otra parte. Obviamente, no somos los únicos, hay gente alrededor del mundo y aquí también que trabaja con alambre, pero cada uno tiene una finalidad distinta.
Pablo: Hay una gran tradición de hacer alambre, artesanalmente. Animales figurativos, grillitos, arañas, pulpos en alambre de cobre; gallos, elefantes, con alambre más bien de cables, restos de electrónica, cuya producción requiere de mucho tiempo, porque es un montón de alambre súper finito. Como todo arte, lo descubres más que inventarlo, no nos sentamos a discutirlo, justo experimentando descubrimos que el material tiene un sin fin de semejanzas metafóricas, obviamente con la vida y personalidad de cada uno de nosotros, como que es un material flexible, pero al mismo tiempo, extremadamente rígido, y que adquiere muchísimo carácter en el tiempo con los golpes.
Pablo: Y otra cosa que es inevitable es que, como el alambre, nosotros también nos oxidamos con el tiempo. Al principio, cuando empezamos a ver que el alambre se oxidaba queríamos cubrirlo, pero no sabíamos cómo hacerlo anticorrosivo e inoxidable, y luego dijimos: “¿Por qué queremos hacer todo eso, si tú te oxidas, yo me oxido y el alambre se oxida”.
Las colaboraciones entre artistas, diseñadores, músicos o escritores son cada vez más importantes. Sus máscaras han salido en vídeos de música, desfiles de moda, campañas de publicidad, restaurantes y centros culturales. ¿Cuál ha sido su experiencia trabajando en múltiples plataformas?
David: Máscaras de Alambre es totalmente interdisciplinario, y todo gracias a las colaboraciones que se han dado con artistas, fotógrafos, músicos y gente que está en la industria de la moda. Siempre tratamos de convocar a otros artistas, pues creemos que el intercambio cultural nace de los colectivos y del arte multimedia, además de ser la mejor manera de expresar nuestro lenguaje. Nos enriquecemos mucho con esas colaboraciones y nos hemos dado cuenta de que sin ellas no hubiéramos crecido tanto, es como un arbolito.
Pablo: Máscaras de Alambre ha sido y será muchas cosas distintas , pues trata de abarcar todas las disciplinas, aunque sea en sentido de colaboración. Aparte de nuestro colectivo (Free Machine) , somos parte de otro colectivo llamado Mooi Collective. El mundo de arte es tan amplio y ser parte de este colectivo ha sido como un atajo para conocer a muchas personas increíbles.
René Mooi siempre está tratando de acelerar esa sinergía a través de colaboraciones, eventos, conciertos, relaciones artísticas, etc. Nos hemos vuelto una gran familia de la que siempre están saliendo nuevos proyectos. Free Machine, que es nuestra casa, se ha dedicado a la aceleración y promoción de artistas, con el objetivo de generar arte con un concepto redituable, pero sin poner en riesgo ni la dignidad de la obra ni la integridad del artista.
Cada máscara cuenta una historia. ¿Cuál ha sido su favorita y por qué?
David: Algunas son más personales, conllevan una experiencia más introspectiva. Hicimos una cara inmensa que parecía estar emergiendo de la tierra, mide como cinco metros de diámetro y cuatro de alto, en total caben como 14 personas adentro. La idea era que la gente entrara y se metiera por los oídos y saliera por la pupila del ojo. Otras las hemos hecho basadas en temas que nos interesan, como una que hicimos de Huehuecoyotl, el dios azteca del arte, y otras sobre las especies en peligro de extinción como el ajolote, la guacamaya roja y el águila real, la mariposa monarca, la vaquita marina y el jaguar, exposición que hicimos en la Biblioteca Vasconcelos: Especies de Alambre: Arte y Conservación. Fue hecha gracias al apoyo de la Semarnat y desde que nos lo propusieron, nos fascinó la idea de involucrarnos en dar un mensaje social y medioambiental.
Históricamente, la máscara ha sido un ornamento que ha cumplido varias funciones, desde rituales esotéricos, representaciones teatrales, hasta disfraces para ocultar la verdadera identidad. En este caso, ¿cuál es la función o finalidad de Máscaras de Alambre?
Pablo: En primer lugar, buscamos sublimar los sentimientos más profundos a través de esculturas de alambre y el performance lumínico. Siempre buscando crear un vínculo con el espectador, que lo lleve a la reflexión sobre sí mismo y sobre la condición humana. Nuestra finalidad es revolucionar la interacción humana y que la gente vuelva a reconectar con sus sentidos.
David: En los talleres que hemos impartido, nos dimos cuenta de cómo, tanto los niños como adultos, tienen una necesidad de expresarse, de canalizar sus emociones.
Sus esculturas son experiencias multisensoriales que cobran vida principalmente en la oscuridad. ¿Es la razón por la cual encontraron en las luces de neón una manera de activarlas y darles vida?
David: Nos invitaron a un festival de música electrónica en el Desierto de los Leones y cuando fuimos de scouting, nos dimos cuenta de que era un espacio gigante y que si poníamos las máscaras pequeñas nadie las iba a ver. Entonces decidimos hacer algo más grande, había mucho potencial y re- presentaba un reto.
Gracias a esa oportunidad pudimos crear caras más grandes y cuando la acabamos, hasta nos dio miedo, no teníamos idea de que éramos capaces de hacer algo de esa magnitud. La gente la vio y se empezó preguntar quién la había hecho y, como era de noche, pintamos el alambre de blanco y le pusimos luces.
Pablo: Después de eso experimentamos con unos tubos de LED que me regalaron y nos dimos cuenta que podíamos “coser” estas mangueras de LED a las máscaras y al hacerlo descubrimos un nuevo mundo de posibilidades en cuanto a la luz en las piezas.
Sus esculturas han estado en festivales de música como Bahidorá, Burning Man, en Casa Awolly, el Xaman, entre otros. ¿Cuál es su relación con la música?
David: La verdad es que los dos somos músicos –un poco– frustrados y como tales hemos te- nido la necesidad de estar cerca de la música y de la gente que la hace. Creemos que es uno de los lenguajes artísticos más completos y únicos, por lo que a pesar de crear esculturas siempre encontramos la manera de que también haya música cerca.
Pablo: Fuimos a festivales en todos lados y empezamos a llevar cráneos, máscaras o aretitos para que la gente se los pusiera con esta idea de convertirte tú en el arte.
David: También lo hicimos en indumentaria, por ejemplo, en chalecos. Lo quisimos llevar a un nivel performático, salir a la calle con nuestras máscaras para que sucediera algo, porque a veces no pasa nada y queríamos provocar una reacción en la gente.
¿En dónde se pueden ver o comprar alguna de sus piezas?
David: Las piezas se pueden encontrar en muchos lados; casas, restaurantes, centros culturales, galerías y espacios públicos. Para la compra de pieza puede ser a través de nuestro contacto o el de Free Machine.